3/12/23 – Desde hace seis años se encuentra exiliado (“huido” dice Madrid), perseguido por la justicia española, en la localidad belga de Waterloo, donde naufragò la estrella de Napoleón el Grande en la sangrienta batalla de 1815. Pero pronto Carles Puidgemont podrá por fin volver a casa. Acogido por sus adoradores independentistas que, especialmente en la Cataluña rural, le han dedicado una especie de casi maoista y ingenuo culto nostálgico a la personalidad.

Eleccion Puigdemont en 2016, La Sexta Tv
Sin embargo, el ex presidente catalán es probablemente el principal responsable del desastroso epílogo de la aventura independentista de hace seis años. El pequeño Napoleón catalán ha tenido un nuevo gran golpe de suerte. Su partido independentista, pequeño a escala española, Junts por Catalunya, obtuvo 7 de 350 diputados en el parlamento de Madrid en las elecciones de julio. Pocos. Pero suficientes para transformarlo de la noche a la mañana de un exiliado cada vez más irrelevante a un hacedor de reyes del odiado poder español. En un parlamento equilibrado entre socialistas y populares, sin mayoría política, sus 7 diputados se han convertido en indispensables para elegir el nuevo presidente del gobierno y evitar volver a las urnas.
Puigdemont logró así obtener la amnistía del saliente, el socialista Pedro Sánchez – que hace seis años había apoyado fríamente su destitución y prácticamente su muerte política, con envio a prisión- a cambio de sus 7 votos. La política, claro, no tiene olor. La ley de amnistía con la que Sanchez ‘compró’ los votos de Puigdemont y se confirmó en el sillon fue presentada en el Parlamento desde la primera sesión de noviembre. Con carril preferencial. Pese a las barricadas del Partido Popular y Vox, la extrema derecha neofranquista. Se aprobará en unas semanas. Y Puigdemont volverá a casa. También se retirarán los cargos contra cientos de otros independentistas acusados (y expuestos a duras penas de prisión según la Constitución española posfranquista) por el referéndum de independencia del 1 de octubre de 2017. Declarado ilegal y prohibido por Madrid.
No es la primera vez que la fortuna besa en la frente al pequeño Napoleón catalán. Ex periodista, ex director de la Casa Cultura y ex-alcalde de Girona, político de segunda línea, sorprendentemente se convirtió en presidente de Cataluña en 2016. El líder saliente de su partido centrista y catalanista debía ser reelegido. Pero Artur Mas había sido bloqueado por el veto del pequeño partido de extrema izquierda Cup. Que en el último momento, cuando el regreso a las urnas ya parecía inevitable, había aceptado finalmente al más modesto Puigdemont.

Puigdemont en Guantanamo, cartel de extrema derecha en Madrid
Durante un año Puigdemont llevó a Cataluña a un conflicto resbaladizo con el gobierno de Madrid, prometiendo independencia a la mitad aproximada de los catalanes que estaban a favor de ella en ese momento. Hasta el referéndum del 1 de octubre. El presidente español, el popular Mariano Rajoy, con el apoyo del entonces líder de la oposición Pedro Sánchez, había enviado un ejército de miles de policías para impedir a cualquier costo el referendum. La salida de la Guardia Civil hacia Cataluña fue recibida en el resto de España por multitudes alimentadas por el nacionalismo posfranquista que gritaban “A por ellos”.
Puigdemont era el hombre más odiado de España. Los agentes españoles habían seguido el consejo de la multitud andaluza. Llevaron a cabo una masacre en los colegios electorales catalanes, golpeando con furia sagrada todo lo que se movia, incluso mujeres y ancianos. Sin embargo, había votado el 43% de los catalanes. Y el 92% del 43% por la independencia.
Pero aquí intervino el ingenuo error histórico de Puigdemont. Falta de madurez politica? En lugar de pararlo todo y convocar inmediatas elecciones anticipadas para explotar la indignación suscitada en Cataluña y en todo el mundo por la violencia española contra civiles que sólo querían votar, y obtener una amplia mayoría que le hubiera permitido negociar contundentemente con Madrid, Puigdemont proclamó una solución imposible. Independencia. Desde una posición de gran debilidad. A los pocos días, Madrid disolvió el parlamento y el gobierno catalanes. Destituyó a Puigdemont. Los jueces españoles se pusieron manos a la obra ordenando la detención del gobierno de Cataluña. Por rebelión. Con penas de hasta 30 años. El 30 de octubre, Puigdemont huyó a Francia y luego a Bruselas, con cinco ministros. El resto del gobierno catalán, encabezado por el vicepresidente republicano Oriol Junqueras, desafió valientemente a Madrid y permaneció.
Todos terminaron en prisión. ¡Por hacer que la gente vote! Un escándalo en la Europa de los derechos humanos del siglo XXI. Junqueras, el Nelson Mandela catalán, uno de los pocos políticos europeos capaces de afrontar la cárcel por sus ideas, quedó en libertad solo dos años después. Mientras Puigdemont, electo eurodiputado, desde el exilio dorado de Waterloo seguía lanzando proclamas cada vez menos escuchadas

Casa Cultura, Girona
En las últimas elecciones catalanas el partido de Puigdemont ha sido superado por los republicanos de Junqueras. Que ahora controlan el gobierno regional. La independencia, quemada tras el naufragio de 2017, está en decadencia. Es ahora minoría. Los socialistas vuelven a ser el principal partido catalán y se han apoderado de Barcelona. En las negociaciones con Sánchez, Puigdemont renunció a la petición de un referéndum de autodeterminación y prefirió conseguir la amnistía. En teoría, debería volver a hablarse bajo los auspicios de la Fundación suiza Henri Dunant.
Sin embargo, parece descartable que Madrid pueda aceptarlo en un futuro previsible. Las encuestas indican que una abrumadora mayoría de españoles no lo quiere. O exige que no vote solo Cataluña, pero toda España…. Lo que significaria hacer inutil el referendum.