2/5/25 – Una idea brillante. O loca. Cuarenta kilómetros de playas doradas, aguas azules, románticos atardeceres, casas blancas y azules, relucientes complejos turísticos a lo largo del mar. Un sueño. En Gaza, sin embargo…

Este loco proyecto sólo se le pudo haber ocurrido a Donald Trump, anarcoide deshinibido nuevo presidente Usa y hombre más poderoso e impredecible del planeta. La idea es sencilla. Y quizás con algo de sentido común. Después de 15 meses de bombardeos israelíes, lanzados en respuesta a las atrocidades de Hamás el 7 de octubre de 2023, Gaza es hoy un cùmulo de ruinas. Al 90% destruida. Inhabitable. La reconstrucción llevaria años. Con enormes inversiones. Y lo más probable es que, si Hamás mantiene el control de la Franja, todo vuelva a ser destruido otra vezl, tarde o temprano. Hamás quiere borrar a Israel y sus habitantes judíos de la superficie del mundo. Sale muy debilitado de los 15 meses de guerra. Pero conserva el control de Gaza. Y de sus habitantes. Incapaces de rebelarse. Después de 20 años de dictadura islámica y lavado de cerebro yihadista y anti-israelí en las escuelas. Hamas ha perdido 30.000 milicianos. Y sus jefes. Pero ya ha reclutado a 15.000 nuevos, muchos de ellos muy jóvenes.

El plan de Trump parece, sobre el papel, el único que podría aportar una solución — claro desequilibrada, terrible, radical— al irresoluble y eterno conflicto israelí-palestino. Y en teoría, si se hace bien, finalmente podria permitir a israelíes y palestinos vivir bien y en paz. Lo cual nunca será posible con Hamás. Que el primer ministro israelí, Netanyahu, y el propio Trump han prometido destruir. No parece posible erradicar a Hamás en un futuro próximo. Es un cáncer con metástasis en toda la sociedad palestina. Es la fuerza más poderosa en Gaza. Y también la más popular en Cisjordania. Fatah, débil y corrupto, otrora dirigido por Yasser Arafat y ahora por el anciano presidente Abu Mazen, sería barrido si hoy después de 20 años por fin hubiera elecciones entre los palestinos. Por supuesto, el plan de Trump podría resolverlo todo. O casi. Erradicaría a Hamás, vaciaría Gaza, reubicaría a sus dos millones de habitantes en otro lugar (¿pero dónde? ¡Nadie los quiere!), por lo menos opor un tiempo, acabaria con la guerra. La Franja podría reconstruirse y convertirse en un lucrativo paraíso turístico. Bajo control estadounidense. Pero para quien? Se permitira el regreso de la majoria de sus habitantes despues de la reconstruccion, ‘limpiados’ de Hamas.

El plan de Trump conlleva una infinidad de dificultades. La mayoría de los dos millones de palestinos de Gaza no quieren a priori irse. Tal vez con enormes incentivos (pagados con petrodólares de Arabia Saudita y los países del Golfo, propone Trump) muchos podrían aceptar. Durante la guerra, habrían huido al Sinaí si Egipto no hubiera cerrado la frontera. Se necesitaría entonces encontrar países dispuestos a acoger a dos millones de personas. Muchas de las cuales han sido adoctrinadas por Hamás. Y decenas de miles de terroristas islámicos con sus familias, y miembros de los clanes criminales que apoyan a Hamás. Más allá de las declaraciones públicas de solidaridad, ningún Estado árabe quiere a los palestinos. Por miedo a una infección terrorista. Ya ha habido masacres de palestinos en el Líbano y Jordania. Ammán y El Cairo han dejado claro que no los aceptarán. Tal vez Trump podría convencerlos con su característica estrategia de zanahoria y palo (sobre todo palos, y aranceles), ya aplicada con México, Canadá y Colombia. Ni siquiera la Turquía del sultán Erdogan quiere saber nada del asunto. Y denuncia la crueldad ilegítima del desplazamiento forzado de los palestinos. Tambien prohibido por la Onu. Olvidando la limpieza étnica que Turquia practicó en 1974 durante la invasión del norte de Chipre -todavía ocupado- aterrorizando y obligando a huir 200 mil chipriotas. Luego está el problema explosivo de Cisjordania. La otra mitad del pobre pseudoestado palestino, ahora reducida a una piel de leopardo por la continua invasión de colonos israelíes, a menudo violentos. Un hecho que hace que la solución de “dos Estados” sea imposible. Trump ha prometido comentar dentro de un mes sobre su posible anexión por parte de Israel. Lo cual desencadenaría una sangrienta insurrección.

Y al final de esta tregua de un mes en Gaza, la guerra podría reanudarse. Israel, reiteró Netanyahu en Washington, “quiere destruir a Hamás”. El plan de Trump para Gaza podría tambien ser una especie de provocación tactica. Con vistas a una negociación con el mundo árabe que conduzca a la realización parcial del plan. Ya en su primer mandato en la Casa Blanca, Trump había logrado resultados sorprendentes. Había trasladado la embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv a Jerusalén. Reconociéndola como la capital de Israel. Una decisión histórica. También consiguió los Acuerdos de Paz Abraham entre Israel, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos. Entonces pero tenía el apoyo de la Rusia de Putin, ahora demonizada por Occidente por la absurda guerra en Ucrania. Trump ahora planea arreglar las cosas con el líder ruso.
El presidente estadounidense parece más poderoso que nunca y decidido a cambiar la cara del mundo. Ciertamente no le importaría recibir un Premio Nobel de la Paz.