20/2/24 – ¿Pronto empezaremos a abastecernos de agua potable, arroz, verduras, frutas, proteínas, envasadas al vacío, medicinas, en el garaje o en el sótano (para aquellos que no tienen la suerte de tener un refugio nuclear debajo de su casa)?, hay que preguntarse. Ante el peligroso comportamiento de gran parte del establishment político internacional. Occidental ante todo. Al menos hasta la elección de Donald Trump a la Casa Blanca a finales de año. Que parece probable por ahora. Con la esperanza de que el impredecible y no muy presentable magnate cumpla sus promesas. Poner fin a la guerra en Ucrania en 48 horas. Y dejar que Israel elimine la amenaza existencial de Hamás. Dando así un rayo de paz en Oriente Medio. Tras la salida de Netayahou y de su impresentable gobierno.

También es de esperar que la toma del poder por parte de Trump en enero de 2025 no llegue demasiado tarde. Por el momento, un viento casi de locura sopla en gran parte del planeta. En lugar de detener lo antes posible el peligroso y absurdo conflicto de Ucrania, la madre de todas las guerras, Europa y Estados Unidos están echando leña al fuego. Convencidos de poder llegar a una derrota/ humillación de Rusia. Superpotencia nuclear. La UE insiste en liberar otros 50 mil millones de euros (sacados de los bolsillos de los contribuyentes) de ayuda militar y económica a Kiev. El Congreso de Estados Unidos, bajo la presión del presidente demócrata Biden, está en la misma línea (a expensas de sus contribuyentes). A pesar de la resistencia de los republicanos de Trump. Ni los estadounidenses ni los europeos dicen una palabra para intentar detener la guerra. De hecho, tiran el dinero de los contribuyentes por la ventana, para darle a Kiev más armas, prolongar la guerra y la masacre de decenas de miles de jóvenes rusos y ucranianos. Y nadie – aparte de las proclamaciones de Guerra Fría contra el “monstruo” Putin – ha explicado por qué Europa básicamente está librando una guerra contra Rusia. Es dinero desperdiciado porque Rusia no puede perder.
Más bien, recurrirá primero a las armas nucleares. Como acaba de amenazar el ex presidente Medvedev: “las potencias nucleares nunca pierden una guerra” cuando defienden su patria, advierte. “Estos idiotas (los occidentales) realmente creen que el pueblo ruso aceptaría una desintegración de su país?”. Más bien, Moscú, tronó, atacaría a Washington, Berlin o Londres, además de Kiev.

¿Alguien en Europa quiere morir por Ucrania y por su presidente, el ex comediante Zelinski? O entonces, si optamos por razones éticas, una costumbre bastante inusual en la política internacional, ¿por qué no hacer la guerra a Turquía por la represión de los kurdos o por la ocupación del norte de Chipre, a China por la anexión del Tibet del Dalai Lama, o a Marruecos, para la invasión del Sáhara Occidental?¿Cuáles son los beneficios para los ciudadanos europeos y americanos de los cientos de miles de millones ofrecidos al régimen de Kiev para arrinconar a Moscú? Ninguno. Sin embargo, los riesgos son claros. En primer lugar, el de entrar en una espiral guerrera de consecuencias impredecibles. Rusia, acaba de revelar CNN citando fuentes de inteligencia, ha desarrollado una nueva arma nuclear espacial secreta, “la EMP”. Capaz de destruir satélites y naves espaciales, creando caos, con una enorme ola de energía.
Y mientras tanto ha puesto en marcha programas para preparar a sus tropas para luchar en un contexto de guerra nuclear. En resumen, alimentar y prolongar esta guerra tan peligrosa es un poco como jugar con cerillas en una fábrica de dinamita. Y, mientras se espera a Trump, quizá no sea mala idea abastecerse de algunas provisiones en el sótano….